¿Te Pasó Alguna Vez Sentir Que Nada Es Suficiente?
¿Te pasó alguna vez de hacer mucho, estudiar, prepararte, perfeccionarte y aun así sentir que algo no alcanza? Como si al momento de actuar, algo invisible te detuviera. Si esta sensación te resulta familiar, esta lectura puede resultarte muy útil.
Hoy quiero compartirte, cómo fui descubriendo ese lugar donde me venía quedando atrapada y cómo, de a poco, comencé a salir de ahí. Y te lo adelanto desde ya: no existe fórmula mágica, no hay atajos. Lo que existe es el arte de hacerte cargo de vos mismo.
Volviendo a Un Espacio Íntimo
Este articulo fue creado en base al primer episodio de la segunda temporada del podcast Intuyendo. Después de un tiempo sin grabar, decidí reabrir este proyecto. Buscaba una forma más cercana de comunicarme, algo que no estuviera condicionado por los algoritmos de las redes sociales y que me permitiera compartir contenido profundo, de esos que necesitan tiempo para decantar. Hice una encuesta en Instagram y ustedes eligieron el podcast.
Durante este tiempo me pasaron cosas importantes. Situaciones de esas que desacomodan, pero también, si uno se atreve a mirar, reacomodan. Y quiero abrir esa puerta para contarte algo desde el corazón, con la esperanza de que mi experiencia te pueda servir.
La Creencia Que Me Perseguía: “Nunca Es Suficiente”
Hay un tema recurrente que me viene bloqueando en distintas áreas de mi vida. Se disfraza de distintas formas, pero siempre, cuando lo miro de cerca, se reduce a la misma idea: nunca es suficiente. ”Nunca hago suficiente, nunca tengo suficiente, nunca soy suficiente”. Y aunque hace años que la trabajo, vuelve a aparecer. Tal vez te preguntes: ¿Kasia, no deberías tenerlo resuelto ya?
Esa es una expectativa muy común cuando comenzamos un camino de sanación: creer que el proceso de transformación se trata de arrancar de raíz algo que no nos sirve y asunto cerrado. Pero no. Desde mi experiencia personal y profesional, sanar no es erradicar, es diluir. Es mirar de frente eso que incomoda, reconocerlo sin dramatizar y empezar a mezclarlo con algo nuevo, algo vital, hasta que pierda fuerza.
Las Creencias Limitantes: Los Fantasmas Que Nos Frenan
Quizás sea útil detenernos un momento y aclarar qué son las creencias limitantes. Son esos pensamientos recurrentes que forman parte de nuestro diálogo interno y que, sencillamente, no nos convienen. Frases como: “no me sale nada”, “soy tonta”, “nadie me quiere”, “no soy suficiente”, “hay que sacrificarse”, forman parte de una playlist mental que se activa en distintos momentos de nuestra vida.
Te invito a pensar: ¿cuáles son tus creencias limitantes? ¿Te resuena alguna de estas frases? ¿O tenés las tuyas propias? Anotalas. Identificarlas es el primer paso para poder trabajar con ellas.
Y lo más importante de todo: las creencias no son ni verdaderas ni falsas. Son interpretaciones subjetivas de lo que vivimos o experimentamos. Pero, a fuerza de repetirlas, terminamos creyéndolas como verdades absolutas. Y cuanto más las repetimos, más funcionan como filtros a través de los cuales percibimos la vida y a nosotros mismos.
El Filtro de No Ser Suficiente
En mi caso, esa idea de no ser suficiente se había convertido en un filtro. Me frenaba cada vez que intentaba abrirme más, tanto en mis proyectos profesionales como en lo personal y familiar. Lo trabajé de mil formas: en sesiones de coaching, revisando mi árbol genealógico, en constelaciones familiares.
Y justamente, aprovecho para explicar algo que varias personas me preguntan: las constelaciones familiares no son una terapia, son una filosofía de vida con principios y métodos de intervención. Son herramientas profundas y espirituales que nos permiten ver qué está trabado en nuestro inconsciente, lo que bloquea nuestra energía, autenticidad y capacidad de disfrutar.
A través de representaciones, una constelación muestra ese bloqueo, permite reconocerlo y da el primer paso hacia una imagen más liviana y deseada. En ese plano, el alma inicia un movimiento, pero después, en la vida real, la que se tiene que mover soy yo.
De La Teoría a La Acción
Ahí está el punto clave. Muchas personas, y me incluyo, transitamos caminos de sanación esperando que el solo hecho de darnos cuenta produzca el cambio. Pero no. El cambio sucede cuando actuamos. Cuando llevamos eso que vimos en un taller, en una constelación o en una sesión a nuestra vida cotidiana.
Y acá confieso algo muy personal. Me di cuenta de que soy especialista en empezar cosas. Me entusiasmo, me apasiono, abro mil proyectos como pestañas en el navegador. De hecho, mientras grababa esto, tenía 18 pestañas abiertas. Y lo mismo con libros: empiezo varios, los leo a medias, me olvido, los abandono.
¿Qué pasa en estas situaciones? Nos dispersamos, nos frustramos, sentimos que no alcanzamos a nada y vivimos con esa sensación de caos y agotamiento. Y lo peor es que, aunque entendemos qué nos pasa, igual repetimos el patrón.
La Frase Que Me Despertó
En medio de una de esas búsquedas eternas, me crucé con una frase de Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, que me sacudió:
“Cuando nos enfocamos demasiado en el estudio y la preparación y no actuamos, corremos el riesgo de que ese estudio se convierta en un sustituto de la acción.”
Ahí me sentí expuesta, como si alguien me hubiese estado mirando. Me di cuenta de que llevaba años atrapada en esa trampa. Estudiaba más, me preparaba más, repasaba una y otra vez lo mismo, buscaba la versión perfecta y nunca lo terminaba de compartir. Lo que me faltaba no era otro curso, era acción.
Porque la acción que se posterga detrás de tanta preparación pierde fuerza. Y sin acción, nuestras ideas, proyectos y sueños se quedan encerrados en un cajón (hoy llamado Google Drive) y ahí, por más lindos y perfectos que parezcan, no viven.
La vida empieza cuando entramos en contacto con el otro, cuando nos animamos a compartir, a mostrarnos, a equivocarnos, a crear vínculos reales. Si no lo hacemos, todo eso que generamos muere antes de nacer.
La verdadera transformación no empieza en la agenda: empieza en el alma
A lo largo de este año, comprendí algo fundamental: la transformación personal no depende únicamente de nuevos hábitos, ni de una agenda bien organizada, aunque claro, esas cosas ayudan. La verdadera transformación ocurre cuando decidimos cambiar algo mucho más profundo. Se trata de una actitud del alma, una disposición interna que muchas veces evitamos mirar de frente.
Y es que detrás de nuestra dificultad para accionar, para mostrarnos, para entregarnos al mundo con autenticidad, suele haber algo que parece lejano, pero no lo es. Desde el enfoque de las constelaciones familiares, se le llama la dificultad para tomar a nuestros padres tal como son.
Lo que significa realmente “tomar a nuestros padres”
Cuando hablo de esto, no me refiero a si nos llevamos bien o mal con mamá y papá. Tampoco importa si están vivos o no. Es algo mucho más sutil, profundamente inconsciente: la capacidad del alma para recibir la vida tal como nos llegó a través de ellos.
Si no puedo tomar esa vida con todo lo que fue y lo que no fue, entonces nada en esta existencia me alcanza. Y, paradójicamente, tampoco alcanza todo lo que yo doy. Porque lo hago desde un espacio de carencia, desde un lugar interno donde siempre falta algo, por más títulos, logros o reconocimientos que acumule.
Dejar de exigir, empezar a recibir
Este fue uno de los aprendizajes más transformadores de mi camino. Lo trabajé muchas veces en constelaciones familiares, hasta que un día, casi sin darme cuenta, algo se acomodó dentro mío. Comprendí que lo único que necesitaba era tomar a mis padres tal como son. Sin reproches. Sin juicios. Sin exigirles nada más que lo que ya me dieron: la vida.
Y en ese instante, sentí que tenía permiso para vivirla. Para disfrutarla. Para dejar de justificarme. Y con eso, llegó un equilibrio interno que me permitió empezar a dar desde otro lugar. Porque cuando recibimos plenamente, recién ahí podemos compartir desde la abundancia, no desde la carencia.
Empezar imperfecto, pero empezar
Así, con miedo. Con mi voz crítica recordándome todo lo que podría salir mal. Con dudas. Pero empecé. A compartir lo que soy. Lo que aprendo. A participar como tutora en escuelas de desarrollo personal, a diseñar mi propio curso, a crear talleres.
Y aunque sé que nada de eso es perfecto, tampoco lo necesito. Porque es real, es genuino, y está hecho desde el amor. Y el amor, cuando se entrega, se multiplica.
Una invitación a vivirnos
Si llegaste hasta acá, te agradezco desde el corazón. Porque no es poca cosa detenerse a escuchar, a sentir, a dejarse tocar por una palabra o una idea. Este espacio no es solo un blog o un podcast para mí. Es un canal de encuentro. Un lugar donde puedo compartir lo que me atraviesa, con la esperanza de que también te espeje, te abra una pregunta, te acerque una respuesta o simplemente te abrace en un momento difícil.
Si algo de todo esto te resonó, me encantaría saberlo. Podés escribirme por Instagram, mandarme un mensaje o compartir este texto con alguien que esté transitando un proceso similar. Porque al final, se trata de eso: de vivir lo que somos, compartirlo, y permitir que se multiplique en contacto con otros.